sábado, 24 de octubre de 2009

Asesinato 8:30 a.m.

Decides entrar
por esa pequeña fisura
al rasurarte.

El color rojo se inclina reverente
a la mirada
que para entonces
es una cámara de gas.

Te acomodas la garganta
con buches de enjuague bucal
y sientes como quema
los archipiélagos cóncavos
de tu boca.

Piensas en la nada
mientras un agua fría
golpea el interior del cerebro
formando estalactitas.

Escupes al suelo
Tratas de aminorar el ritmo cardiaco.
No sientes el peso de tus propios pies.

Los limpiaparabrisas se abalanzan
sobre el tráfico ciego y torpe
Tú sabes de eso
del ajetreo confeccionado
como un traje a la medida
y del cúmulo de odio
que cubre el cielo gris
de las mañanas.

Al fin, sales
por la misma fisura de la navaja de rasurar

Frente a ti
un rostro se abre en flor
Una nueve milímetros
se jalonea en tus manos
El cuerpo cae
mientras, en el aire
se despoja de su belleza

Un ácido sabor a cocaína
altera las glándulas gustativas.

Los niños en los salones de clase
esperan el recreo que nunca llega.

Tú, sostienes la mirada.
Sabes del hedor que transpira tu cuerpo.

La ciudad relámpago, deja caer
golondrinas carbonizadas
al ruido de tus pasos.

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