lunes, 30 de marzo de 2009

ASESINATO ESCENICO





Tan bella la muñeca es.
La voz
se le transparenta
en sus adentros
de algodón y felpa.
Con los ojos de botón, cafés
trepa la pared
de azulejos marrón.

El agua le cae convertida en cristal
de la regadera. Su alma sintética no dice nada.
De su boca roja, estambre,
un quejumbroso adiós desprende.

―Qué bellos son los alfileres que le incrustó el destino―
su vientre anida infinitas cabezas metálicas.

Quién pensará que los fetiches se aproximan a rebanar la vida.

La gillette y su empaque rojo
corrompen la escena.
Un extremoso olor a trapo viejo
se mezcla con el agua estancada:
la humedad trasciende
golpea la respiración con fuerza.

Pero, incluso así
sobre el tapete rojizo y líquido

es bella la muñeca.

ASESINATO ANONIMO



Al contacto

un sonoro hilo de pus

brota de los oídos.

Ratones desprenden las mejillas

y husmean el hueco de la boca.

Perros cadavéricos

olfatean el hedor sublime.

Colmillos revientan

gusanos de luz se esparcen.

El vapor de la basura

hace fiesta. Las moscas alrededor

enlarvan los ojos

que cuelgan de las cuencas.

El aire se descompone:

las sombras son las horas

que se gangrenan.

Nadie supo quién fue.

Y las cuerdas que lo atan

le desgarran las coyunturas.

ASESINATO PRIMERO

Grumos de placenta
esparcidos
en el piso
se desintegran
en pequeños
rombos de colores
―la mujer yace muerta.

Una criatura líquida y roja
sale instantáneamente
por su vulva.