lunes, 30 de marzo de 2009

ASESINATO ESCENICO





Tan bella la muñeca es.
La voz
se le transparenta
en sus adentros
de algodón y felpa.
Con los ojos de botón, cafés
trepa la pared
de azulejos marrón.

El agua le cae convertida en cristal
de la regadera. Su alma sintética no dice nada.
De su boca roja, estambre,
un quejumbroso adiós desprende.

―Qué bellos son los alfileres que le incrustó el destino―
su vientre anida infinitas cabezas metálicas.

Quién pensará que los fetiches se aproximan a rebanar la vida.

La gillette y su empaque rojo
corrompen la escena.
Un extremoso olor a trapo viejo
se mezcla con el agua estancada:
la humedad trasciende
golpea la respiración con fuerza.

Pero, incluso así
sobre el tapete rojizo y líquido

es bella la muñeca.

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